jueves, 4 de julio de 2013
EL RETORNO DE LOS BOLOS
EL RETORNO DE LOS BOLOS
Por: Lcdo. Sergio Ramos
Es usual que el soldado invasor sea despreciado por los pobladores invadidos. Los franceses eran llamados por el despectivo de “franchute” por los españoles durante la invasión napoleónica a España. Los americanos fueron llamados “gringos” por los mexicanos durante la guerra de 1845. Los alemanes recibieron el despectivo de “Fritz” por los ingleses, mientras que los alemanes llamaban a los británicos los “Tommy’s”. Pues bien, cuando la URSS se apoderó de Cuba por causa de la traición a la soberanía patria de los hermanos Castro, el pueblo cubano se refería despectivamente a los rusos como los “bolos”.
A partir de entonces, los soviéticos convirtieron a la mayor de las Antillas en una neo-colonia, rigiendo nuestra economía, imponiendo su sistema totalitario, implantando bases militares y llevándose a nuestros jóvenes a morir en las guerras expansionistas de Angola y Etiopia; todo con la anuencia y complicidad del tirano Castro, a cambio de un mercenario subsidio anual del orden de los $3,000 a $4,000 millones de dólares al precio del dinero de aquella época.
Al desplome de la metrópolis Cuba quedó desatendida, tal como les pasó a las colonias romanas tras la caída del Imperio Romano de Occidente. Se abrió el periodo especial y Cuba buscó un nuevo país foráneo que le subsidiase la improductiva e ineficiente economía, y que resultó ser Venezuela bajo el régimen chavista.
Ahora, a la muerte de Hugo Chávez, Cuba enfrenta de nuevo al riesgo de volverse a quedar sin quien subsidie su sistema anti-económico, dado la precariedad que ha generado la clara ilegitimidad del nuevo presidente Nicolás Maduro.
Se trata de una cuestión de vida o muerte para el régimen castrista, el cual, en ese afán de sobrevivir y traspasar sus riquezas y poderes a los hijos de la oligarquía, ponen de nuevo en venta al país.
La dictadura ha salido de inmediato a buscar un nuevo mantenedor y uno de los sitios a limosnear es Moscú. El régimen comenzó a cortejar con el Kremlin con la visita del dictador Raúl Castro a Rusia en julio del 2012, ya con el conocimiento de la inevitable muerte de Chávez. Seis meses después, en febrero de 2013, el primer ministro ruso Dimitri Medvedev viaja a Cuba y firma varios tratados. Acuerdan que los rusos construyan un nuevo aeropuerto internacional para La Habana, donde ahora se ubica la base aérea de San Antonio de los Baños; que hagan inversiones en energía, educación, medicina nuclear, agricultura, níquel, aduanas y turismo. De hecho, actualmente, Cuba recibe cerca de 90,000 turistas rusos anuales, con un comercio que alcanza los 221 millones de dólares.
En abril de este 2013 la presidenta del senado ruso Valentina Matviyenko visita la isla para afianzar la colaboración Rusia-Cuba y reafirmar expresamente las declaraciones previas de Medvedev de que Cuba es un importante “socio estratégico”.
Y ciertamente es un asunto estratégico para Moscú. Desde hace algún tiempo, Rusia viene ampliando su presencia en América Latina y sobre todo en la región del Caribe. En los últimos años le ha vendido armamento sofisticado a Venezuela y Nicaragua. Su flota ha visitado Venezuela y han invertido en importantes rublos de la economía venezolana.
Desde el punto de vista geopolítico, a Rusia le interesa crear un centro de poder en el Caribe que contrabalancee la presencia de la flota americana en el Mediterráneo y le permita un elemento de fuerza de negociación para salvaguardar la base naval rusa de Tartus en Siria, sede de su flota recién reforzada en dicha región y garantizar la sobrevivencia negociada del gobierno aliado de Bashar Al Assad.
Recordemos que durante la Crisis de los Cohetes en 1962, los misiles emplazados en Cuba le sirvió a Moscú de ficha de negociación para el retiro de los cohetes nucleares americanos en Turquía.
No es de extrañar, que entre los acuerdos silentes, ---- esos acordados tras bastidores en los rincones oscuros de ambas chancillerías---, este el reabrir bases navales, como la de submarinos como la que tuvo en Cienfuegos en los días dorados de la URSS y/o la de espionaje electrónico como la de Lourdes al sur de La Habana, con la posible presencia de militares rusos y además, procurar grandes influencias sobre el gobierno castrista.
Sin embargo, existen limitaciones y diferencias respecto a épocas pretéritas. El punto neurálgico de las conversaciones Habana-Moscú es la gran deuda externa cubana para con Rusia, arrastrada desde los tiempos de la URSS, y la limitada capacidad económica de la Rusia de hoy para financiar y alcanzar unos niveles de poder e influencia en el Caribe como lo tuvo hasta el 1989. Pero ambos temas también son obstáculos salvables en aras de intereses más apremiantes para las dos partes de esa mesa de negociación.
Del lado cubano, la cancillería del régimen sabe que desarrollar un importante interés político de Rusia en el Caribe, puede servirles de tabla de salvación ante un potencial conflicto social que pudiera desarrollarse en la isla que motive la presencia de fuerzas internacionales de paz, evitándose con el veto ruso en la ONU, cualquier intervención o sanción de organismos internacionales contra Cuba, tal como recién ha sucedido con las resoluciones planteadas ante el Consejo de Seguridad en el caso de Siria. He ahí lo estratégico que hay para ambas partes el retorno de los ‘bolos’ a Cuba.
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