HAY QUE ACOMETER MAS ALLA DE LAS
SANCIONES
Por: Lcdo. Sergio Ramos
El
gobierno de los Estados Unidos ha incrementado las sanciones contra el régimen
dictatorial de Cuba, no solo por las continuas violaciones a los derechos
humanos que sufre el pueblo cubano de parte del régimen castrista, sino también
por su constante intromisión en los países Latinoamericanos con el propósito de
desestabilizar y derrocar las democracias del continente, para establecer
regímenes totalitarios similares al que impera en Cuba, tal como lo ha hecho en
Nicaragua y Venezuela. De hecho, en estos momentos Latinoamérica esta convulsa
por la agitación castro-chavista. Las democracias de Chile, Colombia, Ecuador,
entre otras están amenazadas. En
Argentina retorna el kitcherismo, un aliado del castrismo y en México el
gobierno es marcadamente pro-castrista y muy sutil y lentamente, se encamina
hacia el modelo venezolano. Todos ellos dirigidos por la dictadura castrista desde
La Habana.
El
régimen de Cuba se ha convertido en una serpiente que estrangula y envenena las
libertades y el progreso de los pueblos latinoamericanos. Cuba es la cabeza de
la serpiente, o se le corta o perecerá América.
Toda
sanción contra la dictadura castrista procede, y es necesaria, como cuestión de
legítima defensa contra la socavación e intervención expansionista del
castrismo en el continente americano. Pero las sanciones por si solas, no
derrocan dictaduras totalitarias, solo limitan sus capacidades.
El
hecho de aplicar sanciones políticas, económicas y comerciales equivalen al
acto de sitiar una fortaleza; pero si estas no se asaltan, no se derrotan,
sobre todo si el grado de obstinación y agresividad para resistir de los
sitiados es alto, como lo es en el caso de los gobernantes opresores del pueblo
cubano. De hecho, la dictadura castrista lleva sesenta años sobreviviendo bajo
sanciones de los Estados Unidos y otras menos fuertes de Europa y otros países.
La
historia está llena de ejemplos de fortalezas sitiadas que prevalecieron por no
ser o no poder ser asaltadas por sus sitiadores. He aquí algunos de ellos,
salvando las distancias en el tiempo y las circunstancias:
En
el 216 a.C. Aníbal Barca invade la península Itálica durante la Primera Guerra
Púnica y tras vencer a los romanos en la Batalla de Cannas, desaprovechó el
momento de su gran victoria y no asaltó y tomó la ciudad de Roma donde radicaba
el centro de poder de los romanos, lo que hizo posible que Roma sobreviviese,
para al final, Cartago ser invadida y destruida por los romanos.
Otro
ejemplo: Entre el 27 de septiembre y el 14 de octubre de 1529 los otomanos bajo
el mando de Soleiman I sitiaron a Viena, sin embargo, las tropas turcas no
pudieron asaltarla y al final tuvieron que retirarse.
Entre
el 18 de mayo al 11 de septiembre de 1565 los otomanos sitiaron la Isla de
Malta, pero no pudieron tomarla, dando tiempo a que llegasen los refuerzos de
la flota española enviada por Felipe II, rey de España. Los otomanos fueron
derrotados.
En
marzo de 1741 Cartagena de Indias fue sitiada por la flota inglesa, pero los
ingleses no pudieron tomar sus fortalezas y Cartagena sobrevivió gracias a la obstinada
defensa del almirante español Blas de Lezo.
Más
reciente aún. En 1940, durante la Segunda Guerra Mundial, Adolfo Hitler, asedió
a Inglaterra, cercándola con su flota de submarinos y bombardeándola con
constantes ataques aéreos de la Luftwaffe, pero nunca sus tropas pudieron desembarcar
para tomarla; en consecuencia, los
británicos pudieron recibir la ayuda y refuerzos de los Estados Unidos y tras
rechazar el asedio alemán, al final, fueron los aliados, americanos,
canadienses y británicos los que invadieron a los alemanes, siendo estos
últimos derrotados.
La
historia nos enseña, que el efecto de asediar y no asaltar una fortaleza o país,
puede tener efectos contraproducentes para los asediadores; porque en el tiempo
transcurrido, en la medida este sea más largo, tiene en los atacantes un nocivo
efecto desmoralizador a causa del cansancio y la frustración ante la falta de
un resultado victorioso. Además, da lugar a que los sitiados puedan recibir refuerzos
y ayudas de sus aliados que malogren los propósitos de los asediadores y salven
a los sitiados.
Cuba
ha tenido 60 años de sanciones de los Estados Unidos, sin asalto, ni medidas
directamente encaminadas al derrocamiento de la tiranía castrista, con la sola
excepción de aquel realizado por la heroica Brigada 2506 el 17 de abril de
1961, pero que, al ser traicionados, cuando les negaron en plena batalla los
refuerzos prometidos por el presidente John F. Kennedy, causando su derrota; lo
cual tuvo el nocivo efecto de que afianzó a la dictadura castrista en el poder.
Afianzamiento
que fue remachado durante la Crisis de los Cohetes en octubre de 1962, por virtud
del llamado Pacto Kennedy-Khuchev; donde a cambio de que Rusia desmantelara y
sacara los misiles con cabezas nucleares de Cuba, los Estados Unidos, se comprometió
con la extinta Unión Soviética a no permitir acciones desde territorio
estadunidense, ni desde terceros países contra la dictadura castrista. Pacto
sobre el cual se subrogó Rusia asumiendo la posición de la URSS tras la
desaparición de esta última. Al presente, no hay nada que indique que este pacto
no continúe en plena vigencia.
Hoy,
el cáncer del castrismo se ha propagado por toda la América. Cuba domina a
Venezuela y Nicaragua a través de gobiernos títeres. Mientras Bolivia, en estos
instantes, lucha por su libertad y su democracia con gallardía y coraje. La América Latina atraviesa por un momento
muy crítico y peligroso.
Es
preciso que de una vez y por todas, las naciones democráticas de América y
Europa pasen de la pasividad de las sanciones, a la acción directa y acometer
con políticas y hechos contundentes a
las dictaduras pro-castristas en el continente, con el propósito, expresamente dirigido,
a extirpar de la América Latina, de una vez y por todas, el cáncer del
totalitarismo castro-comunista.
San Juan, Puerto Rico, a 30 de noviembre de
2019
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