LOS 500 AÑOS DE LA HABANA: NO HAY
NADA QUE CELEBRAR
Por:
Lcdo. Sergio Ramos
Se
conmemoran los 500 años de la fundación de la ciudad de San Cristóbal de La
Habana. Hace cinco siglos, entonces el
gobernador de Cuba, Diego Velázquez, trasladó la ciudad del sur de la isla, en
las inmediaciones del rio Mayabeque, a la costa norte en las inmediaciones de
la bahía que lleva su nombre, el 16 de noviembre de 1519. La Habana sustituyó
como capital de Cuba a Santiago de Cuba, el 14 de febrero de 1553. Debido a su
estratégica posición geográfica. Durante la conquista, fue el centro de reunión
de la flota española, de donde estas emprendían su ruta desde y hacia las demás
colonias de España en América. Su importancia estratégica la hizo presa de los
ataques de piratas y corsarios, teniendo esta que ser amurallada y fortificada.
Y del mismo modo, fue asediada y tomada por los ingleses el 5 de junio de 1762,
bajo cuyo dominio estuvo hasta el 10 de febrero de 1763, volviendo a las manos
de España por virtud del tratado de paz firmado con Inglaterra en Paris.
La
Habana está repleta de historias. De venturas y desventuras. La Habana fue
testigo de la libertad de Cuba un 20 de mayo de 1902, cuando se izó por primera
vez la gloriosa bandera de la estrella solitaria en el Castillo de El Morro,
instaurándose así la República de Cuba. Como también lo fue, hace sesenta años,
del día en que un tirano, se puso el disfraz de libertador, entrando en La
Habana y bajo el engaño y la mentira, se robó la libertad de un pueblo
apropiándose del país, para hacer de Cuba su feudo, esclavizando a todos los
cubanos.
Seis
décadas después La Habana sigue siendo una ciudad esclava, dominada por un
régimen dictatorial y totalitario controlado por una minoritaria casta, entronizada
en el poder ilegítimamente por la fuerza.
La
Habana sigue teniendo un glamur muy peculiar, que se percibe en sus calles y
edificaciones coloniales y en su litoral, con el malecón, su catedral y sus
fortalezas coloniales a la entrada de la bahía. Un encanto que atrae y enamora
al visitante. Pero detrás de ese glamur, se esconde una triste y horrenda
realidad que el régimen trata de ocultar, enmascarando tras sus encantos, el sufrimiento
de todo un pueblo.
Un
pueblo habanero al que detrás de sus viejas fachadas se les desploman los
techos de sus casas. O viven en el hacinamiento a causa de la grave escases de
vivienda. Un pueblo habanero que, al igual que todos los cubanos de la isla,
tienen que hacer largas colas para adquirir un poco de comida, de combustible y
de artículos de primera necesidad. Un pueblo habanero discriminado por la alta
cúpula que se regodea de lujos y placeres en sus suntuosas mansiones del
reparto Siboney, arrebatadas a sus legítimos dueños por la tiranía. Un pueblo habanero cuyos trabajadores son
explotados por el estado en control de la cúpula privilegiada, teniendo que
trabajar por salarios de miseria, y a los cuales se les venden productos en monedas
distintas a la que perciben por su sueldo, pues tienen que pagarle al estado en
divisas extrajeras. Un pueblo habanero
cuyas familias están separadas por el océano a causa del éxodo que la pobreza y
la opresión han generado por sesenta años. O más triste aun, que llora al pasar
por el malecón habanero ante el recuerdo de sus hijos, madres, familiares o
amigos que sucumbieron en las aguas del Estrecho de la Florida buscando en
tierras extrañas, la libertad que se le niega en su amada Habana.
Una
Habana que detrás de las fortalezas coloniales esconden la historia de
horrendas escenas de dolor de un presidio político inhumano e injusto por demás
y el recuerdo de un macabro paredón, todavía vivo en la ley, donde tantos
habaneros y cubanos de toda la isla fueron asesinados por pensar diferente a
los opresores del pueblo; por reclamar la libertad que les arrebataban. Una
Habana en donde todavía continua tras, los cuarteles y en los centros del poder
policiaco, las detenciones arbitrarias y las torturas a quienes reclaman la
libertad. En donde a las mujeres se les golpea y encarcela por salir a la calle
vestidas de blanco, clavel en mano, a una misa, para pedir por la libertad de
los presos políticos y el respeto a los derechos humanos.
A
esa Habana, cuyo 500 aniversario pretende el régimen dictatorial festejar con
bombos y platillos, ocultándole al mundo la tragedia de los habaneros tras una máscara
glamorosa que produce el casco histórico, los hoteles de lujo solo para
extranjeros y los pintorescos lugares turísticos.
Tras
esos cantos de sirena, allá van a festejar los reyes de España, dignatarios de
gobiernos extranjeros, artistas famosos, y turistas exaltados por la publicidad
de los medios de comunicación y las agencias de viaje. Visitantes que, con
culposa indolencia o negligente ignorancia, se ponen una venda en los ojos para
no ver, tapones en los oídos para no oír, y mordazas en la boca para no hablar,
del dolor y la injusticia que padece todo un pueblo.
Sin
embargo, tras la máscara, la realidad de La Habana es de dolor. Hay un pueblo
habanero, que junto al de toda Cuba, sufre y llora. Por eso, en La Habana, no hay nada que celebrar.
San
Juan, Puerto Rico a 9 de noviembre de 2019
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