CUBA Y VENEZUELA EN LA
MIRA DEL EXPANSIONISMO MILITAR RUSO
Por: Lcdo. Sergio Ramos
Recientemente el vice canciller ruso Sergey Ryabkov amenazó con un posible
despliegue militar ruso en Cuba y Venezuela. Las expresiones surgen a raíz de
la crisis fronteriza entre Ucrania y Rusia y las conversaciones entre el
gobierno ucraniano y la OTAN para incorporar a ese país en el conjunto de
naciones que pertenecen a dicho tratado defensivo-militar europeo.
Desde hace varios años el régimen de Vladimir Putin ha retomado la política
expansionista de la otrora Unión Soviética. La hemos visto en los conflictos
fronterizos en las provincias ucranianas de Luhansk y Donetsk y durante la toma
de Crimea por los rusos; y más recientemente en la intervención militarista de
Rusia en Bielorrusia apoyando al dictador Lukashenko contra las protestas del
pueblo exigiendo sus libertades y en Kazajistán en apoyo al gobierno
dictatorial de Kassym Jomart Takayev ante las protestas del pueblo reclamando
su dimisión.
El expansionismo militarista ruso se ha extendido por otros continentes
como el apoyo con armamentos al reciente régimen militar de Mali en África.
En la práctica, el entrometimiento ruso en los asuntos cubanos nunca ha
dejado de existir desde que el tirano Fidel Castro se alió al bloque soviético.
Todos recordamos como la URSS desplegó cohetes de largo alcance con cabezas
nucleares en Cuba dando lugar a la llamada Crisis de los Cohetes en 1962.
También, en Venezuela desde los tiempos de Hugo Chávez y más aún, luego que
el dictador Nicolás Maduro tomara el poder se ha incrementado la presencia y
ayuda militar rusa en ese país. Y pudiéramos añadir a Nicaragua, en donde
recientemente los rusos construyeron una base de espionaje satelital y
electrónico.
De cumplirse la amenaza de Moscú, representaría, de nuevo, la presencia de tropas
y armamentos rusos, incluyendo cohetes en cuyo radio de alcance estarían
ciudades de Estados Unidos. Cuan extendido sea este desplazamiento militar
dependerá del tipo y la cantidad de misiles que emplacen.
Desde el punto de vista estratégico, la motivación de Rusia para retomar
una importante presencia militar en Cuba y en Venezuela, y porque no, en
Nicaragua, es hacer vulnerable en flanco sur de los Estados Unidos a 90 millas
del territorio americano y desde la costa meridional del mar Caribe desde
Venezuela.
Otras de las motivaciones para esta amenazante intención, es el aumento de
gobiernos izquierdistas en la América Latina, a saber, además de Cuba,
Venezuela y Nicaragua, los partidos de izquierda que controlan hoy día los
gobiernos México, Honduras, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Países cuyos
gobernantes son proclives a Moscú.
Sin embargo, según el Pacto Kennedy-Khruchev firmado en 1968, --- del cual
Rusia se subrogó en los derechos de la Unión Soviética al esta última
desplomarse en 1991---, Estados Unidos se comprometía, entre otras cosas, a
retirar los cohetes de Turquía, a cambio de que Moscú retirara los misiles de
Cuba y nunca más pudiesen ser nuevamente emplazados allí. Además, los Estados
Unidos acordó que no permitiría que se realizaran agresiones a Cuba desde su
territorio, ni desde terceros países, lo cual ayudó a perpetuar al tiránico
régimen castrista.
Pero, lo cierto es que ni Venezuela, ni Nicaragua están incluidas en dicho
pacto, por lo que los misiles de largo alcance podrían ser desplegados en estos
países y en Cuba podrían estar emplazados, armamentos y tecnologías militares
no proscritas por el Pacto Kennedy-Khruchev, pero que servirían de apoyo y
respaldo a las que pudieran emplazarse en los dos primeros, como lo serían los
radares y centros de espionaje electrónico , así como, nuevamente, bases de
tropas rusas, de misiles tácticos de corto o mediano alcance y de submarinos
nucleares, como los hubo en la Bahía de Cienfuegos, Cuba, durante la existencia
de la URSS.
Con tal desplazamiento militar, Moscú también aspira a tener una fuerte
carta de negociación para continuar con su expansionismo en su entorno
fronterizo, tal como la tuvo durante la Crisis de los Cohetes en 1968.
Otro efecto del incremento de la presencia militar rusa, en este caso en lo
político, sería el aumento del control ruso sobre los gobiernos de Cuba,
Venezuela y Nicaragua. Además, también le permitiría desarrollar una punta de
lanza para incrementar su influencia política en el continente latinoamericano.
A pesar de que el asesor de seguridad de la Casa Blanca Jake Sollivan
expresó sobre el particular que “Si Rusia
realmente comenzara a moverse en esa dirección, lo abordaríamos en forma
decisiva”. Lo cierto es que, de producirse el incremento de la presencia
militar rusa en Cuba, así como en Venezuela y Nicaragua, apuntalaría a las
tiranías pro-castristas de esos países, tal como sucedió en Cuba con la
presencia militar y política de la URSS a partir de la década de los sesenta
hasta la caída del bloque Soviético.
El otro aspecto preocupante es que si Cuba, así como también Venezuela y
Nicaragua, convertirse en objetos de negociación, podría poner en serio peligro
el futuro de la luchas de dichos pueblos por su libertad y democracia, pues
existiría el riesgo de que pudiera ser concedida una garantía de estabilidad o invulnerabilidad para dichas
dictaduras como parte de un acuerdo, tal como le ocurrió a Cuba con el Pacto
Kennedy-Khruchev cuando Washington se comprometió a no permitir acciones contra
el régimen Cuba desde su territorio o desde terceros países.
El hecho de que altos funcionarios de la actual administración en
Washington se expresen enérgicamente contra las antedichas amenazas
militaristas de Moscú, no significan ninguna garantía de que al final cedan
concediendo las aspiraciones de Putin a cambio de lograr otras ventajas en
otros sitios que la NATO y Washington entiendan mas relevantes a sus fines e
intereses.
Todo dependerá del rejuego durante las negociaciones entre OTAN, Estados
Unidos y Rusia; que, como toda negociación en el marco de la diplomacia
internacional, estará movida en primer término por la prelación de los
intereses particulares de cada uno de los países negociantes por sobre los
intereses y necesidades de los países negociados.
De ahí que el pueblo cubano, así como los venezolanos y nicaragüenses,
debemos estar muy alertas y ejercer la máxima presión posible para evitar que
el futuro de la lucha por la libertad sea puesto en peligro, y hasta truncado,
por los posibles acuerdos que puedan resultar nefastos para la libertad y la
democracia de Cuba, Venezuela y Nicaragua o de cualquier otro pueblo de Latino
América.
San Juan, Puerto Rico a 16 de enero
de 2022