Honremos a Martí en su justa perspectiva
Por: Lcdo. Sergio Ramos
José Martí tiene hoy día, para
mayor ofensa y escarnio a su gloriosa memoria, el sacrílego espectáculo de
tener, a pocos pasos de su tumba, en el cementerio de Santa Ifigenia, en
Santiago de Cuba, la piedra gigantesca donde está enterrado el vil tirano Fidel
Castro. Deseo perverso solicitado por este último que denota la envilecida
envidia de un tirano egocéntrico y cruel, que, en vano, aun después de muerto,
quiso opacar la honra del Apóstol de la Independencia de Cuba.
No le bastó al ego enfermizo
dictador mal utilizar para sus ambiciones desmedidas la imagen y el pensamiento
de Martí, para escalar hacia el poder y engañar al pueblo para, so color de
libertador, imponer la más cruenta tiranía que jamás haya existido en el
continente americano.
Para lograr el poder absoluto,
Fidel Castro utilizó como pedestal su imagen y distorsionó el pensamiento de
Martí, haciendo todo lo contrario a lo que predicó y por lo cual luchó y murió
combatiendo en Dos Ríos. Así los hechos lo confirman.
La patria que proclamó y a la
cual aspiraba Martí era una inclusiva, “Con todos y para el bien de todos”, pero Castro la transformó en
un feudo privado para el beneficio de sus acólitos y el suyo propio a costa de
la esclavitud de todo el pueblo cubano.
El propio Apóstol condenó y
sentenció a los déspotas que, como estos, les roban a los hombres la patria de
todos, diciendo que: “No hay viles
mayores que los que miran exclusivamente los intereses de
la patria como medios de satisfacer su vanidad o levantar fortuna”.
Tanto el difunto tirano
Castro, como su hermano, actual dictador Raúl Castro y los pretendidos
sucesores venideros, han sembrado en el pueblo, lejos de la felicidad de la
libertad y el progreso, un mar de lágrimas y un abismo de miserias, lo que, de
hecho, contradice de su fas, el ideario martiano. Veamos:
El ilegítimo régimen tiránico
de Cuba, desde su inicio hasta la fecha, ha asesinado por medio de la
aplicación ilegal y arbitraria de la pena capital por fusilamiento o a través
de ejecuciones extrajudiciales la cantidad de más de 10,000 cubanos, sin contar
los muertos en las guerras de Angola, Etiopia, y otros lugares y los ahogados
tratando de escapar en las aguas del Mar caribe y el Estrecho de la Florida.
Todos esos son crímenes movidos por el odio y contrarios a la justicia y al
derecho, sobre lo cual Martí sentenció: “No hay perdón para los actos de odio. El puñal que se clava en nombre
de la libertad, se clava en el pecho de la libertad”.
Ha encarcelado a más de 100,000
cubanos por razones políticas y siguen encarcelando, solo pensar distinto a él
y por exigir y procurar el derecho a una patria verdaderamente libre y para el
bienestar de todos los cubanos. Sobre el presidio político, del cual Martí en
su tiempo fue víctima, denunció: “Dolor infinito,
porque el dolor del presidio en el más rudo, el más devastador de los dolores,
el que mata la inteligencia y seca el alma y deja en ella huellas que no se
borran jamás”.
Estos actos represivos,
violatorios del derecho humano, son propios de regímenes dictatoriales, como
bien indicara el Apóstol de nuestra Independencia: “Los sistemas políticos en que domina la fuerza, crean derechos que
carecen totalmente de justicia…” y nos explicó el porqué,
“Imponerse es de tiranos. Oprimir es de infames”.
La tiranía castrista ha
forzado a más de 2.5 millones de cubanos a salir del
país hacia otras tierras del
mundo en busca de la libertad y del bienestar que les son negadas en su propia
patria.
Martí también fue un desterrado. Sufrió la agonía del exilio y el sufrimiento de verse
forzado a vivir lejos de su familia y de su patria. Al respecto expresó: “…en el destierro, náufrago es todo hombre” porque, “los desterrados saben que la tristeza que inunda el
alma en la tierra, es el dolor mismo del destierro”.
A lo largo de su vida el
tirano Castro predicó, exacerbó, fomentó y esparció el odio, la envidia y la
injusticia como doctrina y peldaño para subir y luego sostenerse en el poder de
modo omnímodo. Mas aun, esparció por todo el país un evangelio de odio, que es
claramente, todo lo contrario, al evangelio de amor que nos enseñó José Martí.
Esta predica detestable fue reprobada por el Apóstol cuando nos dijo: “Asesino alevoso, ingrato a Dios y enemigo de los
hombres, es el que, so pretexto de dirigir a las generaciones nuevas, les
enseña un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas, y les predica al oído, antes
que la dulce plática del amor, el evangelio bárbaro del odio”
El pueblo cubano ha estado
sometido por décadas al látigo y a la bayoneta por una oligarquía hermética y
prepotente, que trepando sobre los hombros de los explotados trabajadores, se
robaron la patria para convertirla en finca privada de la cual satisfacen sus
ambiciones de poder desmedido y su insaciable avidez por acumular riquezas mal
habidas.
Martí condenó la vileza del
caudillismo, del despotismo y del continuismo en el poder expresando que: “ Todo poder amplio y prolongadamente ejercido,
degenera en casta. Con la casta vienen los intereses, las altas pretensiones,
los miedos de perderlo, las intrigas para sostenerlas: las causas se entre
buscan y se hombrean unas a las otras”. Y también, al respecto, nos
dijo que: “El gobierno que usa su poder para aumentar la cólera
entre sus gobernantes y para privarles innecesariamente so pretexto de
servirles de lo que requiere para su bienestar, engaña al pueblo y es caso de
rebeldía del ciervo contra su señor”.
La patria anhelada por José Martí
era muy diferente a la que el difunto tirano impuso en Cuba; por eso nos enseñó
y nos dio la visión de un país diferente, basado en la libertad, el bienestar y
la dignidad de todos su habitantes que: “ De los derechos y opiniones de sus hijos, todos estaba hecho un
pueblo no de los derechos y opiniones
de una clase sola de sus hijos”… y la razón para ello estriba en que, “La República no debe ser el patrimonio injusto de una
clase de ciudadanos sobre los demás, sino el equilibrio abierto y sincero de
todas las fuerzas reales del país y del pensamiento y deseo libre de los
ciudadanos todos”.
Y es que la anhelada República
“Con todos y para el bien de todos”, ha de estar
consagrada al bienestar, al progreso y la libertad. Libertad en su verdadero
contexto, tal como el la definió: “La libertad es el
derecho que tienen las personas de actuar libremente, pensar y hablar sin
hipocresía” , o sea, que país donde los
ciudadanos todos tengan dignidad plena de todos y cada uno de sus ciudadanos.
Por eso Martí clamó: “Yo quiero que la
ley primera de nuestra República sea el culto sagrado de los cubanos a la
dignidad plena del hombre”.
Ante tanta ignominia y
opresión, nuestro Apóstol José Martí nos enseñó también el camino a seguir:
En primer término, que con los
tiranos no puede haber tregua porque la libertad de los pueblos no es
negociable. Así lo expresó “A la mesa del
castigador no puede sentarse con honra, sino sin honra, ningún hermano del
castigado”
También nos enseñó la ruta a
seguir para la reconquista de la patria y su libertad: “Quien tenga patria, que la honre y quien no tenga patria, que la
conquiste”.
Para conquistarla, el Apóstol José Martí nos dio la fórmula que nos
enseñó con su palabra y acción: “! Unámonos, ante
todo, en esta fe; juntémonos las manos en prenda de esa decisión, donde todos
las vean y donde no se olvida sin castigos; cerrémosle el paso a la República
que no venga preparada por medios dignos del decoro del hombre, para el bien y
la prosperidad de todos los cubanos!”.
Cuba sufre la honda pena de una cruenta opresión y es el deber sagrado
de cada cubano procurar su libertad y con ella jurar que una vez libre la
patria, reivindicar la memoria y honrar de José Martí, sacando de allí la
infame piedra donde dicen está enterrado el déspota para desaparecerla en el
más profundo abismo del mismo infierno… y entonces Cuba será feliz.
San Juan, Puerto Rico 20 de enero de 2018